
EL MUNDO INVISIBLE DE LA ENERGIA
Desde la antigüedad los chinos interpretaban el mundo de la energía invisible, que reside en todas las cosas. Hace siglos que afirman que existe una fuerza superior que impregna a todos los seres del universo. A esta fuerza la llaman chi o qi. Es la primera manifestación de la creación en el universo sensible, la primera manifestación del tao. Se traduce tradicionalmente como «energía», pero el término es mucho más amplío y algunos lo traducen como «hálito, soplo cósmico, energía vital, aire, aliento, esencia vital o energía del universo».
Casi todas las culturas han identificado este mundo invisible de energía vital y le han dado diferentes nombres: prana en India, ki en Japón, éter para los celtas, orenda para los indios iroqueses, ruach para los hebreos, baraca para los musulmanes o pneuma para los griegos.
En la naturaleza, la estructuración de todas las cosas depende de la conjunción de la energía, cuyos cambios generan la diversidad de las cosas. El arte del fengshui no se basa solamente en consejos y sugerencias prácticas y estéticas para mejorar nuestra vida y nuestra vivienda, sino también en una profunda sensibilidad hacia el orden de la naturaleza. Cualquier disciplina energética oriental, especialmente la china, comprende un lenguaje que a nosotros nos suena, en general, más poético que científico, más metafórico que físico. El chi es difícil de explicar, es la energía, la esencia del universo. Los taoístas pensaban que todo era energía. Para ellos el universo es un organismo viviente, El tao significa algo simple y a la vez misterioso: el camino. En el libro Tao te ching se encuentran las leyes de¡ principio del arte del feng-shui. En él Lao Tse, su autor, expresa del siguiente modo la forma de entender el modelo del universo: «Fuera del tao nace el uno. Fuera del uno nace el dos. De esto se desprende que el tao es la energía primera, de la que parte todo».
El chi es la energía o fuerza natural que llena el universo. El chi existe en todas las cosas, desde la más grande a la más pequeña, se encuentra en el cielo, la tierra y en todos los seres vivos. Todos estos tipos de energía interactúan entre sí, y pueden transformarse uno en otro. Dado que el alcance del chi es tan vasto, los chinos lo han dividido en tres categorías, paralelas a las tres ciencias de los taoístas: del Cielo, de la Tierra y del Hombre.
El Cielo tiene el chi celeste (tian chi), que está formado por las fuerzas que los cuerpos celestes ejercen sobre la tierra, tales como la luz del sol, la luz de la luna y los efectos de la luna sobre las mareas. El chi celeste es el más grande y el más potente.
La Tierra tiene el chi terrestre (dih chi), que absorbe el chi celeste y está influido por éste.
El Hombre posee el chi humano (zen chi), influido por los dos anteriores, ya que se encuentra en medio, entre el cielo y la tierra.
En la antigüedad, los chinos creían que el chi celeste controlaba los fenómenos atmosféricos, el clima y los desastres naturales. Cuando este chi o campo energético del cielo estaba desequilibrado sobrevenían los tornados y los huracanes buscando recuperar de nuevo su equilibrio energético.
La astrología y la adivinación constituían formas de entender y de explicar la forma en que este chi celeste afecta al chi humano.
El chi terrestre, por su parte, está formado por líneas y sistemas energéticos, del mismo modo que el campo magnético terrestre y el calor conservado en su interior. Los chinos creían que estas energías debían equilibrarse, porque su desequilibrio provocaba desastres como los terremotos. Cuando el chi terrestre está en equilibrio, las plantas crecen y los animales se desarrollan. Pero el chi terrestre, al encontrarse debajo del chi celeste, es influido y controlado por él. Por ejemplo, demasiada lluvia hará que un río se desborde o que cambie su curso. Y sin lluvia las plantas mueren. El estudio del chi terreste era explicado por medio de la geomancia y el feng-shui.
El chi humano se refiere a toda persona, animal o planta, ya que poseen su propio campo energético o del chi, que tiende a equilibrarse. Cuando por alguna causa se pierde el equilibrio energético aparece la enfermedad, la muerte o la corrupción. La investigación del chi humano se realizaba a través de la acupuntura, el masaje, el tratamiento con hierbas, la acupresión, la meditación y los ejercicios físicos, como el chi-kung, el tai-chi y las diferentes artes marciales.
Todos los seres de la naturaleza, incluido el hombre, se desenvuelven dentro de los ciclos naturales del chi celeste y el chi terrestre, y están influidos por ellos. Como que somos parte de esa naturaleza (tao), hemos de entender el chi celeste y el chi terrestre. Sólo entonces podremos adaptarnos, cuando sea preciso, y encajar mejor en el ciclo natural, y aprender a protegernos de las influencias negativas de la naturaleza y aprovechar las benéficas.
Cada ser vive bajo la influencia de dos grandes campos de energía. Por debajo de nosotros se encuentra continuamente la fuerza de la tierra y por encima de nosotros, la energía del cosmos. Entender la influencia de esta energía en las personas, y el impacto que ello supone en nuestras vidas, es la base del feng-shui.
Con este fin se estudia el chi o las energías sutiles de la naturaleza, para favorecer el equilibrio entre los seres humanos y la tierra, aprovechando las energías positivas de ésta y neutralizando las negativas. Este equilibrio se logra mediante un paisajismo, una arquitectura y un diseño de interiores apropiados. El manejo del chies primordial en el feng-shui, ya que nos indica los obstáculos que impiden el libre fluir del chi y la forma de activar su flujo en los espacios. Su objetivo es favorecer el flujo libre y armónico del chi de la tierra, del mismo modo que la acupuntura lo hace armonizando el flujo energético en el ámbito de los meridianos del organismo. Por ello algunos autores le llaman la «acupuntura del hábitat».
En la acupuntura se estudia cómo manejar nuestro chi vital, el que fluye por los meridianos de nuestro cuerpo. Con el feng-shui comprendemos y manejamos el chi en los espacios en que vivimos, ya sea nuestra casa o lugares de trabajo. La distribución de la casa, los colores, las formas y el tamaño de las habitaciones y los muebles, todo ello incide en el recorrido que hace esta fuerza vital, el chi, que si entra por la puerta principal, recorrerá armoniosamente toda nuestra casa y se reflejará en los distintos aspectos de nuestra vida.
TODO ESTA VIVO E INTERRELACIONADO
Esta antigua visión de lo invisible no es ajena a las actuales consideraciones de la ciencia occidental. La física enseña hoy que hasta la materia es energía; y la energía atómica no es otra cosa que la liberación de la energía encerrada en la materia.
Durac, físico francés y uno de los padres de la física cuántica, realizó el siguiente experimento: Primero creó el vacío en un espacio determinado, después inyectó una cierta cantidad de energía y estudió su movimiento, es decir, la dinámica de dicha energía. En principio, esta energía, invisible y amorfa, rápidamente se concentró en una partícula material subatómica, y ésta, inmediatamente, volvió a desintegrarse como corpúsculo, adquiriendo la forma de energía de onda, nuevamente. Este experimento fue muy importante para comprender la naturaleza del mundo material.
Hasta ahora, cuando veíamos una mesa, una columna, una viga, un jarrón, un cuadro... lo veíamos como algo finito, acabado, estable, continuo en el tiempo; y, sin embargo, esto que veíamos como «materia inerte», está vivo, está continuamente pulsando -entendiendo como vida todo aquello que pulsa, que se mueve-. Ahora sabemos que los constituyentes subatómicos de cualquier forma material están continuamente pulsando y que esta pulsión tiene dos polos principales: por una parte transformación de la materia en energía; y, por otra, la transformación de la energía en materia.
Los sabios taoístas hace más de veinte siglos afirmaban que todas las cosas que nos rodean tienen el chi: los edificios, las casas, las personas, los animales, las plantas, las piedras, los objetos inanimados, la ropa, las piezas decorativas, los adornos, las herramientas, los utensilios de cocina, las joyas, los alimentos... y esta idea ha sido corroborada hoy por la física cuántica.
En cuanto a lo que los antiguos chinos consideraban del chi celeste, no hace falta ni siquiera acudir a la ciencia, pues sin lugar a duda todos lo experimentamos y podemos observarlos. Es suficiente pensar en la relación de la luna con las mareas; en el comportamiento de los animales o de las personas durante algunas lunas llenas, eclipses, paso de cometas y otros fenómenos atmosféricos o astrológicos; en el aumento del número de ingresos en el hospital, tragedias, violencia y conductas alteradas; en el aumento de partos coincidentes con períodos de luna llena; en las migraciones de los pájaros o las cosechas relacionadas con la posición de nuestro planeta con respecto al sol; sabemos que «la primavera, la sangre altera», hay vientos que nos hacen enloquecer, hay a quienes en los días grises se vuelven mustios; pensemos en el escozor de nuestras cicatrices quirúrgicas cuando va a llover o en el dolor de nuestras articulaciones con la humedad del ambiente.
Los experimentos científicos de Semyon Kirlian, científico ruso, permitieron, con el uso de la fotografía, mostrar un campo de energía radiante y de diversos colores, que rodea el cuerpo físico de los hombres, los animales y las plantas, denominado aura y que se extiende desde la superficie de la piel hasta una distancia de 10 a 15 centímetros. Los experimentos de Kirlian han revelado que el campo energético muestra alteraciones antes de ponerse de manifiesto una enfermedad latente, al igual que se producen cambios debido al pensamiento, a las emociones y al contacto con otras personas con las que sentimos amor o malestar.
La fotografía de Kirlian nos permite ver lo que los taoístas llamaron el chi del hombre y mostrar que éste no es fijo e inmutable y que se puede modificar, ya que el microcosmos energético que es el hombre está en continua interacción con el macrocosmos energético del universo.El llamado efecto mariposa afirma que el batido de las alas de una mariposa puede desatar una tormenta al otro lado del mundo, lo que significa lo mismo que decir que nada sucede al azar, que todo está interrelacionado. Podemos afirmar que la dimensión del feng-shui, al igual que el batir de alas de la mariposa, es la dimensión del pequeño detalle, de lo inadvertido, de lo sutil; que cada objeto, por insignificante que sea, ejerce su influencia. Por este motivo, el feng-shui cobra un valor fundamental a la hora de diseñar nuevas construcciones, de la elección de lugares para desarrollar nuestras actividades o de mejorar los ambientes en los lugares que vivimos.
EL SHENG CHI Y EL SHA CHI
Teniendo en cuenta el hecho de que vivimos en un mundo que sólo es energía, podemos considerar que el chi del universo, de las ciudades, de las calles, de las casas, de las habitaciones, de las personas, todos ellos están relacionados entre sí. La energía chi está en constante circulación por todos los ambientes y a lo largo de nuestro cuerpo, pudiendo ser canalizada, equilibrada y ampliada. Podemos distinguir entre un chi intangible y otro tangible. El tangible sería aquel que podemos observar con nuestros cinco sentidos o por medio de instrumentos adecuados; y, el intangible es el que no podemos percibir con los órganos sensoriales, pertenece a la intuición, aunque podamos sentir sus efectos.
En general, el chi tangible es aquel que puede ser transportado por el aire y puede ser dispersado por un viento fuerte, aquel al que los obstáculos y el agua pueden detenerlo. Sin embargo, no todas las energías tangibles tienen estas características; por ejemplo, la luz o el magnetismo, que pertenecen al grupo de chi tangible no tienen estas cualidades, pues no pueden ser dispersados por el viento ni dependen de él para moverse. Por ello, consideraremos el chi tangible en un sentido más amplio, como aquellas energías que podemos percibir con los sentidos.
El estudio del chi tangible es el estudio del entorno, de las formas, de los colores, de las fuerzas telúricas... y el del chi intangible es el estudio del mapa bagua, el ki personal, la astrología... que no tiene referentes en el entorno. Ambos tipos de chi coexisten e interactúan entre sí. Por ejemplo, podemos tener la sensación de que una casa tiene buen feng-shui porque el entorno es armonioso, equilibrado, bello; el aire es limpio y fresco; la luz resulta agradable, porque la posición de los muebles y la estructura permiten una corriente fluida y suave de la energía.
El feng-shui distingue dos tipos de chi: el bueno y el malo. El bueno se llama sheng chi y el malo sha chi. Sheng significa «generador o vida» y sha «demonio o muerte». Ambos, pueden ser percibidos por los sentidos y/o no, es decir, pueden ser chi tangible o chi intangible.
Los objetos hermosos se consideran sheng chi, pero esta cualidad es subjetiva, depende siempre del observador. En líneas generales, un entorno bello impregna la casa con buen chi. Un interior limpio, ordenado, bien ventilado, con buena iluminación hace que la casa esté llena de buen chi, y sus habitantes disfrutan de esta buena energía. En cambio, los objetos desagradables son sha chi, nos hacen sentirnos incómodos en su presencia. Cuando el entorno está contaminado, sucio y en el interior reina el caos, la humedad, la mala ventilación y la ausencia de luz, las personas que allí viven tienen mal chi e incluso es posible que enfermen. Esto es más fácil de comprender cuando se trata de las energías físicas; por ejemplo, construimos un muro para protegernos del viento frío del norte.Pero en el feng-shui, el chi engloba las corrientes energéticas, y como hemos mencionado, tanto el sheng chi, corrientes favorables, como el sha chi, corrientes desfavorables, emanan una energía que no se mueve al azar dentro de la estructura, sino de una manera determinada.
El chi se mueve de una forma muy parecida al aire que circula a nuestro alrededor; su fluir y la dirección que tome depende de los objetos y las formas que encuentre en su camino. Es decir, el chi entra por una puerta o se respira por las ventanas. El feng-shui hace que los objetos que obstaculizan el libre fluir del chi sean removidos y los espacios activados con nuestra intervención. La energía se mueve en ondas y espirales, por lo que nos sentimos más cómodos cuando trasladamos esas curvas a nuestro entorno, ya que el movimiento suave y uniforme ayuda a relajarnos. Las líneas rectas, las esquinas angulosas y los bordes afilados producen tensión. Por lo que el chi benéfico fluye a través de curvas levemente onduladas, en cambio, la línea recta es más perjudicial. La correcta canalización de esta energía en el ambiente externo se refleja en el equilibrio energético interno de nuestro cuerpo. De este modo, a medida que esta energía se incrementa en el ambiente, la energía chi del ser humano también se desarrolla de la misma forma, propiciando la salud, la felicidad y la buena fortuna. Aplicando los principios del feng-shui a los espacios cotidianos, con simples intervenciones podemos lograr la correcta fluidez de nuestra energía con la del entorno, trasformándose en un valioso recurso para alcanzar el equilibrio en nuestra interacción con el medio en que vivimos.
El buen fluir del chi en los espacios, mejora el chi de sus moradores. El chi de un espacio arquitectónico y el humano tienen mucho en común, ambos deben fluir sin tropiezos. Para ello debemos tener en cuenta la existencia de cinco elementos: la madera, el fuego, la tierra, el metal y el agua; elementos que existen tanto en el entorno en que se encuentran nuestras construcciones (viviendas, oficinas, locales, etc.), como en las características constructivas de las mismas (formas, volúmenes, etc.) y en sus espacios interiores; dichos elementos se los asocia con colores, formas, tiempos, estaciones, direcciones, planetas, con el yin y el yang, de los cuales se hablará en otros capítulos.
Teniendo en cuenta el hecho de que vivimos en un mundo que sólo es energía, podemos considerar que el chi del universo, de las ciudades, de las calles, de las casas, de las habitaciones, de las personas, todos ellos están relacionados entre sí. La energía chi está en constante circulación por todos los ambientes y a lo largo de nuestro cuerpo, pudiendo ser canalizada, equilibrada y ampliada. Podemos distinguir entre un chi intangible y otro tangible. El tangible sería aquel que podemos observar con nuestros cinco sentidos o por medio de instrumentos adecuados; y, el intangible es el que no podemos percibir con los órganos sensoriales, pertenece a la intuición, aunque podamos sentir sus efectos.
En general, el chi tangible es aquel que puede ser transportado por el aire y puede ser dispersado por un viento fuerte, aquel al que los obstáculos y el agua pueden detenerlo. Sin embargo, no todas las energías tangibles tienen estas características; por ejemplo, la luz o el magnetismo, que pertenecen al grupo de chi tangible no tienen estas cualidades, pues no pueden ser dispersados por el viento ni dependen de él para moverse. Por ello, consideraremos el chi tangible en un sentido más amplio, como aquellas energías que podemos percibir con los sentidos.
El estudio del chi tangible es el estudio del entorno, de las formas, de los colores, de las fuerzas telúricas... y el del chi intangible es el estudio del mapa bagua, el ki personal, la astrología... que no tiene referentes en el entorno. Ambos tipos de chi coexisten e interactúan entre sí. Por ejemplo, podemos tener la sensación de que una casa tiene buen feng-shui porque el entorno es armonioso, equilibrado, bello; el aire es limpio y fresco; la luz resulta agradable, porque la posición de los muebles y la estructura permiten una corriente fluida y suave de la energía.
El feng-shui distingue dos tipos de chi: el bueno y el malo. El bueno se llama sheng chi y el malo sha chi. Sheng significa «generador o vida» y sha «demonio o muerte». Ambos, pueden ser percibidos por los sentidos y/o no, es decir, pueden ser chi tangible o chi intangible.
Los objetos hermosos se consideran sheng chi, pero esta cualidad es subjetiva, depende siempre del observador. En líneas generales, un entorno bello impregna la casa con buen chi. Un interior limpio, ordenado, bien ventilado, con buena iluminación hace que la casa esté llena de buen chi, y sus habitantes disfrutan de esta buena energía. En cambio, los objetos desagradables son sha chi, nos hacen sentirnos incómodos en su presencia. Cuando el entorno está contaminado, sucio y en el interior reina el caos, la humedad, la mala ventilación y la ausencia de luz, las personas que allí viven tienen mal chi e incluso es posible que enfermen. Esto es más fácil de comprender cuando se trata de las energías físicas; por ejemplo, construimos un muro para protegernos del viento frío del norte.Pero en el feng-shui, el chi engloba las corrientes energéticas, y como hemos mencionado, tanto el sheng chi, corrientes favorables, como el sha chi, corrientes desfavorables, emanan una energía que no se mueve al azar dentro de la estructura, sino de una manera determinada.
El chi se mueve de una forma muy parecida al aire que circula a nuestro alrededor; su fluir y la dirección que tome depende de los objetos y las formas que encuentre en su camino. Es decir, el chi entra por una puerta o se respira por las ventanas. El feng-shui hace que los objetos que obstaculizan el libre fluir del chi sean removidos y los espacios activados con nuestra intervención. La energía se mueve en ondas y espirales, por lo que nos sentimos más cómodos cuando trasladamos esas curvas a nuestro entorno, ya que el movimiento suave y uniforme ayuda a relajarnos. Las líneas rectas, las esquinas angulosas y los bordes afilados producen tensión. Por lo que el chi benéfico fluye a través de curvas levemente onduladas, en cambio, la línea recta es más perjudicial. La correcta canalización de esta energía en el ambiente externo se refleja en el equilibrio energético interno de nuestro cuerpo. De este modo, a medida que esta energía se incrementa en el ambiente, la energía chi del ser humano también se desarrolla de la misma forma, propiciando la salud, la felicidad y la buena fortuna. Aplicando los principios del feng-shui a los espacios cotidianos, con simples intervenciones podemos lograr la correcta fluidez de nuestra energía con la del entorno, trasformándose en un valioso recurso para alcanzar el equilibrio en nuestra interacción con el medio en que vivimos.
El buen fluir del chi en los espacios, mejora el chi de sus moradores. El chi de un espacio arquitectónico y el humano tienen mucho en común, ambos deben fluir sin tropiezos. Para ello debemos tener en cuenta la existencia de cinco elementos: la madera, el fuego, la tierra, el metal y el agua; elementos que existen tanto en el entorno en que se encuentran nuestras construcciones (viviendas, oficinas, locales, etc.), como en las características constructivas de las mismas (formas, volúmenes, etc.) y en sus espacios interiores; dichos elementos se los asocia con colores, formas, tiempos, estaciones, direcciones, planetas, con el yin y el yang, de los cuales se hablará en otros capítulos.
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